23 de agosto de 2008

fiona

El dragón se viene morfando a cuanto pibe se le acerca o con la espada torpe, o con el corazón fruncido, o con los huevos chicos, o simplemente distraído, o lento, lentísimo, o verde, verdísimo. Se los traga. Elige a cuál masticar bien y a cuál pasar entero por la garganta, por venenoso. Elige a cuál quemar con un soplido y verlo derretirse; a cuál destripar con una sola pezuña como quien le saca con el dedo índice las semillas a una uva, y la uva patinosa se resiste, y los órganos antes de ceder se aferran, mojados, a los conductos. Se ve que uno solo de ellos tenía el gusto de una cebolla cruda, porque mientras terminaba de pasarlo al esófago, se le cayeron un par de lágrimas. Se ve que otro era elástico y de goma como un chicle, porque se le pudría en la boca y aún así lo paseó un buen rato entre las muelas, casi le daña la lengua, los dientes y las encías… Hasta que glup. No llegaron ni a la fosa.
A la noche, cuando no sabe nadie, sube el dragón los cuatrocientos veintitrés escalones hasta la torre para que yo le de una palmadita en el hocico (Sit ahí. Good boy). Mueve la cola, se tira hinchado a los pies de la cama, y dormimos. Dormimos tranquilos.
El temita, más que salvarme de la jaula, va a ser salvarme del refugio.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Y... por ahi dejar el "rol pasivo femenino" es una buena salida...

Paloma dijo...

lo MUY gracioso es criticar la pasividad desde el anonimato

Anónimo dijo...

ya te dije que esto me parece la GLORIA DEL CHOCOLATE en palabras.
si, asi de groso.
besotes!

Anónimo dijo...

me encanta la historia del dragoon!!!!

Anónimo dijo...

jaja es un flash esto