Amaina y frena del todo, la lluvia, primero en un silencio, después en una ventana, por último un cigarrillo, afuera, parada porque el banco rojo todavía está mojado, las hamacas también. En los vidrios repartidos de la puerta el pasto está fosforescente y levanta perfume. El humo se estanca, apoyado sobre el olor a tierra como en una siesta.
Mamá se queja porque este verano el jazmín no floreció, así que lo miro y le pregunto por qué. No contesta más que un tono de verde. A lo sumo agudo. Qué me dice lo agudo de un jazmín sin blanco. Casi nada. Sobre todo casi nada que pueda disculparlo de no haber dado flor. Perfume. Decí que por suerte levanta perfume el pasto, todavía, a pesar de que de a poco el aire se vuelve a mover de un lado a otro. Vuelve a circular, dicen las brujas. Así que respiro, ahora que apagué el cigarrillo. Decido profundamente que es el último que voy a fumar. Nunca más. Me duele lo que cuesta renunciar a casi cualquier cosa, así que supongo que tampoco es imposible, porque dejar algo para siempre no me resulta tan ajeno ni tan poco frecuente, debe ser prácticamente igual a la primera renuncia, cuando se deja de nadar para nacer.
Seco el banco rojo con la pollera porque igual hace calor, así que gusta tener puesto algo mojado. Ya tengo ganas de fumar otro cigarrillo. Son las primeras que aguanto; aprieto las rodillas y me obligo a pensar en otra cosa. El jazmín sigue callado. Sin saber que estoy afuera, desde la cocina, mi hermana menor apaga la luz de todos los faroles, e inmediatamente después, las lámparas de adentro. Me deja sola con el cielo.
2 comentarios:
uf. que viaje al hogar, parodi.
y yo ya con un mes sin fumar, te digo, que me tomo el primer avión para mojar mi pollera en el banco, esperar el olor a jazmin y prenderme un puchito con vos.
besote.
alguien me comento que hay material nuevo y no se esta subiendo.
que buchona, dios mio, cuando me la encuentre la puteo.
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