27 de septiembre de 2008

cuna quebrada


Es la letra con la que Nicolás Neira hizo una canción preciosa, el mejor regalo que le hicieron a lo que hago. Fue un honor ser materia prima, sigo en carne viva de haberla escuchado hace unas horas.
La canción es mil millones de veces más linda y hay un par de cosas que se modificaron por cuestiones musicales que no sabría explicar, pero va así porque no tengo la versión que quedó. Escuchen a este trío. Sí, imperativo, pero por su bien.




En cuál mestizaje debería reconocer mi gesto espejo,
qué nudo le hizo a mi lengua el cambalache.

Se hincha de gente que se mira las caras, el vagón de mediodía,
el tren frena, descarga y relincha,
y luego ya por el andén se bifurcan los caminos
en distintas sombras y sonidos.

Habría que rezarle una canción de vientos
a la tierra que guarda los secretos
de lo que fuimos antes de desangrarnos a fuerza de olvido.

Habría que pedirle a la luna
que devuelva en un rocío
el idioma en que se canta nuestra canción de cuna,
aquel que en la quebrada hizo un eco fallido,
calló, y anda perdido.

21 de septiembre de 2008

souvenir

Arriba de mi mesa de luz, entre frascos de cremas y bencinas, está la réplica de la Torre Eiffel que me compré en Montmartre cuando me permití ese único gesto turístico –porque de todas formas ya estaba entregada a la infalibilidad del cliché y resultaba incluso más infantil resistirme a caer en el estereotipo, que simplemente caer.
En definitiva tenías razón cuando decías que lo trillado de los eventos no los hacía menos verdaderos. Enamorarse en París, con toda la vergüenza de decirlo (incluso de decírmelo) y de disfrutarlo con obscenidad.

La torrecita es lo único obsceno que sobrevivió. En algún punto del vínculo entre el símbolo y lo simbolizado algo se reventó; los pocos recuerdos materiales son eso: miniaturas baratas, objetos que no se pueden cargar de lo que representan y se quedan ahí, sobre alguna mesa de madera oscura, vacíos de significación. Tristes. Como adornos de casas de abuelos. La réplica de la torre podría decir en letras cursivas y doradas "Recuerdo de Villa Gessell" y sería exactamente lo mismo. Todo lo que le daba sentido se murió de anónimo.