Había espiado como un violador,
había estado caliente a la sombra del acecho
hasta que me amputaron la parte que hacía tus guardias
y el alerta se derritió como después de un veneno,
o de un alcohol,
y se me fueron volando
los dedos ciegos,
los mismos que cosían fantasías en la bombacha
cuando los tenía en el cuerpo,
los amputaron,
y se fueron como palomas de nudillos,
mojados, en bandada,
a la deriva del futuro excomulgado.